Por la naturaleza de mi profesión tengo como una fijación con la puntualidad, pero con ello lo único que he logrado hasta ahora es tener que esperar en la mayoría de mis citas.
En nuestro país somos impuntuales por excelencia; tal parece que todos nos guiamos por los famosos relojes blandos de Dalí.
El panameño tiene la desfavorable costumbre de llegar tarde a todos lados y ya esto es aceptado como normal; “la hora panameña” dicen algunos casi con orgullo,
y quien asiste a los compromisos puntualmente es casi mal visto por los anfitriones.
Todos esperan que los invitados tarden en llegar,
y debemos entender que si nos indican una hora de inicio, en verdad comenzarán media hora después.
Una conocida decía hace poco hablando de este tema, que ella va tarde a todo para darse importancia, no vayan a creer que no tenía otro lugar donde ir (?)
Un ejemplo claro y absurdo para mí es el de los médicos:
si su cita con uno de ellos es a las cuatro de la tarde, usted llegará antes de la hora, pero él no estará en la clínica.
Prepárese entonces para esperar unos cuarenta minutos o más, cuando se presentará sin la menor muestra de preocupación por su proceder; peor aún, nunca le darán una excusa, para ellos esta es la conducta natural.
Todos parecen jugar con nuestro tiempo y nadie parece advertirlo.
Por ejemplo, en las invitaciones a bodas, siempre marcan la hora media hora antes, pero todos sabemos que comenzarán una hora después, que la novia llegará tarde y que comenzarán primero con la infortunada sesión de fotos, (¿quién inventó esto, por qué no se busca otra fórmula?), de manera que si ofrecen una cena en el programa, prepárese para recibirla a la medianoche.
Hace un tiempo asistí a una en la que dicha sesión tomó por lo menos una hora, mientras los invitados estaban parados fuera de la puerta del recinto, la que de vez en cuando abrían para gritarle a alguien que nadie sabía dónde estaba ni quién era, que pasara a tomarse una foto.
Es difícil terminar con la cadena de la impuntualidad, pero no es imposible y podemos hacer el intento.
Yo comienzo siempre mis seminarios a la hora prometida, aclarando que no puedo castigar a los puntuales para premiar a los impuntuales.
Además, no repito la información a los que van llegando tarde, por la misma razón.
Con la puntualidad manifestamos interés por los demás; cuando llegamos tarde a todas partes, demostramos que no nos interesa nada ni nadie.
Eso también es imagen.
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