Los filósofos griegos la definen como “el dolor y coraje hacia la buena suerte de los demás”, y es un sentimiento que se puede volver nocivo cuando se apodera de la paz de un individuo, situación que se presenta en todas las épocas y culturas, sin distingos de sexo, edad o condición social.
Pero, ¿por qué surge la envidia?
El vocablo envidia procede del término griego “invidere”, que significa “ver con malos ojos”, porque el que está perturbado por ella percibe así las cualidades, éxitos y posesiones de sus semejantes, lo que le lleva a acumular rencores y grandes insatisfacciones. El afectado acostumbra encubrir sus emociones y simula no importarle lo que sucede a su alrededor, porque le resulta vergonzoso aceptar que el bien ajeno le inspira molestia y a veces, hasta hostilidad hacia quien lo disfruta.
Hay ocasiones en que la envidia es tan intensa que quien la padece pierde el control y evidencia actitudes que lo delatan, como gestos, palabras, sonrisas fingidas y agresividad; pero cuando se cuenta de que los demás notan su desagrado, se justifica mediante diferentes argumentos, llegando hasta a denigrar a quien considera su rival.
Una de las características de la envidia es que la persona que la sufre pretende no enterarse de las cosas buenas o exitosas del envidiado; jamás lo felicita por algún triunfo, ni le hace comentario alguno de sus éxitos, porque cree que si no lo menciona, no existe.
Además, lo primero que dice al hablar de la persona envidiada es “yo no tengo nada que envidiarle”.
Y si se le presentara la ocasión de hablar sobre el tema con la misma persona afectada, comenzaría diciéndole “yo no te tengo envidia, no tengo por qué”.
Es muy difícil que alguien no haya sentido alguna vez envidia, aunque nadie lo reconozca. Este trastorno cuando es pasajero puede servir como un estímulo para cumplir objetivos, el problema está cuando se convierte en una obsesión enfermiza.
Por eso desde edades tempranas los padres deben enseñar a sus hijos a apreciar lo que tienen, a adquirir seguridad en sí mismos y a luchar por alcanzar los ideales, de manera que los episodios de envidia no tengan la menor importancia.
Pero si en vez de fomentarles una alta estima los compara constantemente con sus hermanos mayores, amigos, vecinos o conocidos, llegará un momento en que al sentirse devaluados desearán ser como otros y poseer lo ajeno.
Todos tenemos valores, todos tenemos talentos, encuentre los suyos sin dejar de admirar los ajenos para que logre un balance positivo en su vida.