Es una construcción cultural que nos indica cuándo es apropiado realizar ciertas actividades. Es decir, es una herramienta que utilizamos para organizar nuestras vidas en términos de horarios y tiempo, y así poder cumplir con las expectativas que la sociedad tiene de nosotros.
¿Cuál es el origen de este concepto?
Fue acuñado por el sociólogo y psicólogo estadounidense Everett Hughes en la década de 1940 y desde entonces ha sido ampliamente estudiado por investigadores de diferentes disciplinas, incluyendo la psicología. Aunque Everett Hughes fue el primero en acuñar el término “reloj social”, Bernice L. Neugarten fue otra importante figura en el estudio de este sentido. Neugarten argumentó que el reloj social cambia a medida que envejecemos, y que estos cambios pueden tener importantes implicaciones para nuestra salud y bienestar.
Por ejemplo, a medida que las personas envejecen, es posible que tengan menos restricciones de tiempo en términos de trabajo y crianza de hijos, lo que puede permitirles dedicar más tiempo a actividades de ocio y conexión social. Sin embargo, también pueden enfrentar limitaciones físicas y de salud que afectan su capacidad para cumplir con las expectativas del reloj social.
Este concepto se ve reflejado en frases que solemos escuchar como «Soy demasiado viejo para seguir viviendo en casa de mis papás»; “Te va a dejar el tren”; «Estoy muy viejo para volver a estudiar»; «Soy demasiado mayor para divorciarme».
“El reloj social, se vuelve una complicación al ser utilizado a menudo para compararnos con los demás”.
Es decir, que cada cultura tiene diferentes conjuntos de tiempos fijados para los eventos: cuándo ir a la escuela, cuándo tener hijos, cuándo casarse, o cuándo jubilarse. Estos tiempos fijados influyen en nuestras reacciones y comportamientos frente a nuestras circunstancias. Miramos a nuestros amigos y/o familiares, y nos preguntamos: ¿Cómo me comparo en las siguientes áreas? En dinero, éxito y carrera; en las relaciones de pareja, cónyuge, hijos mayores de edad y amistad; en diversión, ocio y viajes; en nuestro legado y en la forma en que imaginamos que saldríamos y en cómo han resultado nuestros compañeros.
Aunque el reloj social puede ser útil para organizar nuestras vidas, también puede tener efectos negativos en nuestra salud y bienestar. En particular, el reloj social puede llevar a la falta de sueño, el estrés y la ansiedad.
La vida está llena de constantes cambios, pero influenciados por estándares establecidos por la sociedad. Todavía nos aferramos a ideas rígidas de comportamiento apropiado para diferentes edades. La idea de que existe una edad “indicada” para que ciertos eventos se desarrollen, se convierte en una posible fuente de miedos, ansiedades e inseguridades que pueden atentar con nuestra calidad de vida y dificultar nuestro funcionamiento incrementando nuestros niveles de estrés y ansiedad.
Otro problema relacionado con el reloj social es que puede llevar a la sensación de estar siempre ocupado, lo que puede dificultar el tiempo para actividades de ocio y para la conexión social. Esto puede llevar a la soledad y al aislamiento social, lo que a su vez puede tener efectos negativos en nuestra salud mental y física.
Por lo que es necesario, considerar que necesitamos hacer que nuestros relojes sociales sean más flexibles, que estén condicionados más acorde con nuestras realidades, necesidades y a nuestra propia búsqueda de la felicidad.
Por: Mgter. Lidia Luna | Psico-oncóloga