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El cáncer de piel y su relación con la luz solar

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El cáncer de piel es el más común alrededor del mundo, siendo la piel el órgano que ocupa la mayor superficie de nuestro cuerpo: es una barrera de defensa que nos protege contra el calor, la luz, infecciones, lesiones y regula la temperatura corporal.
El factor de riesgo más importante para desarrollar cáncer de piel es la exposición a la luz solar.
Desde la antigüedad el ser humano ha buscado formas alternativas para protegerse de la luz del sol: debajo de los árboles o ideando estructuras o accesorios, utilizando extractos de plantas como protección y alivio de la piel irritada por el sol. Para inicios del siglo 20 se asociaba la piel “bronceada” a un símbolo de buena salud y al mismo tiempo se dieron las primeras descripciones clínicas del cáncer de piel como consecuencia del exceso de exposición a la luz solar.
Para finales de la Segunda Guerra Mundial estuvieron disponibles los primeros bloqueadores solares y en los años 60 se introdujo el Factor de Protección Solar (FPS) que es el estándar mundial que sirve para determinar qué tan efectivo es el protector solar sobre la piel.
La luz solar representa la energía radiante electromagnética compuesta principalmente por el espectro de luz ultravioleta, luz visible, infrarroja, longitudes más cortas que son las ionizantes y de onda larga como las microondas y radiofrecuencia, las cuales son modificadas al pasar a través de la atmósfera. La radiación ultravioleta se divide en tres bandas: UVA (320 a 400 nm), UVB (280 a 320 nm) y UVC (200 a 280 nm); siendo la UVB la que causa 80% del daño biológico y la UVA el 20% restante. Cuando la luz visible y la luz ultravioleta alcanzan la piel, una parte es transmitida a las diferentes capas de la piel. El 70% de la radiación UVB se absorbe en el la parte más superficial de la epidermis, y el 80% de la radiación UVA se absorbe en la dermis y melanocitos.
La radiación ultravioleta induce la formación de lesiones en la piel consecuencia de daños al ADN y alteraciones en su sistema de reparación. La exposición continua produce mutaciones (entre estos genes p53 “el guardián del genoma”) y progresión a tumores mediante la selección de células resistentes a la muerte.
Otros factores de riesgo conocidos son el uso de las cabinas de bronceado (exposición a rayos ultravioleta artificiales), el envejecimiento, la inmunosupresión (trasplantes de órganos sólidos), piel de color claro, ojos claros, cabello rojo, ascendencia europea y la edad.
Hay distintos tipos de cáncer de piel según las células de las que se originan.
El melanoma es la forma más letal de cáncer de piel y se origina en los melanocitos que se encuentran en diferentes partes del cuerpo que además de la piel incluyen el iris y el recto, pueden semejar nevos (lunares). Los signos tempranos más comunes pueden resumirse con el acrónimo ABCDE:
• A: Asimetría
• B: Bordes irregulares
• C: Color heterogéneo
• D: Diámetro mayor a 6 mm
• E: Evolución (cambio en tamaño, forma, color u otros síntomas como signos de alerta).
Luego de una valoración adecuada, la cirugía es el tratamiento definitivo para el melanoma temprano, así como la identificación de enfermedad ganglionar; sin embargo, en pacientes avanzados el tratamiento es más complejo e incluye terapia sistémica.
El carcinoma basocelular es la variante más frecuente, tiene un crecimiento lento, sin embargo, es localmente invasivo y destructivo con un bajo potencial metastásico. La exposición solar de manera intermitente e intensa incrementa su riesgo, y es más frecuente en la piel de la cara y la cabeza (70%) pero también puede presentarse en áreas como el pene, la vulva o la piel perianal (15%). Por su crecimiento lento en su mayoría son curables con cirugía.
El carcinoma escamoso de piel es el segundo más frecuente y resulta de la transformación maligna de los queratinocitos de la epidermis y sus anexos. Es más frecuente en hombres mayores de 50 años, siendo su factor de riesgo más importante la exposición crónica a radiación UV, además de las infecciones y la inflamación crónica de la piel. Es más común en las áreas expuestas crónicamente al sol como orejas, labios, cara, cuero cabelludo y extremidades. Generalmente es curable con cirugía si son detectados a tiempo.
Debido a que la piel es accesible a inspección directa, el tamizaje en personas de alto riesgo es recomendable para reconocer lesiones tempranas y así brindar tratamiento oportuno. Los tres pilares de la protección solar son:
• Limitar el tiempo de exposición
• Utilizar ropa de cobertura amplia y lentes de sol
• Productos de protección solar

En la siguiente edición les hablaré un poco más acerca de cómo protegernos de los rayos ultravioletas.

Dra. Olivia El Achtar
Cirujana Oncóloga

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