Durante siglos, la salud íntima femenina ha sido tratada como un
tema tabú, restringido a susurros y rodeado de mitos.
Desde edades tempranas, muchas mujeres crecen sin recibir
educación clara sobre su cuerpo, lo que provoca
desconocimiento, miedo e inseguridad al momento de enfrentar
situaciones relacionadas con su salud reproductiva.
En sociedades modernas como la panameña, donde la mujer
juega un papel protagónico en distintos ámbitos, es
indispensable fomentar, el empoderamiento desde la salud
íntima.
Romper tabúes implica hablar con naturalidad de la vulva, la
vagina, la menstruación, el flujo, el ciclo hormonal y los
cambios del cuerpo a lo largo de las distintas etapas de la vida.
La salud ginecológica no debe ser un tema incómodo, sino una
conversación abierta y frecuente en los hogares, escuelas y
centros de atención médica.
Aún en pleno siglo XXI, muchas pacientes llegan a consulta por
primera vez en la adultez, cuando ya enfrentan molestias o
situaciones complejas. Esta falta de cultura preventiva es reflejo
de una brecha importante en la educación sexual integral. Es
preocupante que muchas adolescentes se inicien sexualmente sin
comprender los riesgos de infecciones de transmisión sexual(ITS), el funcionamiento de los anticonceptivos, la importancia
del consentimiento y la autonomía corporal.
Además, el auge de redes sociales ha sido un arma de doble filo.
Si bien el acceso a la información ha aumentado, también ha
proliferado contenido erróneo o sin respaldo médico, como
tendencias de limpieza vaginal extrema, productos milagrosos o
conceptos que patologizan la anatomía femenina normal.
Muchas mujeres sienten ansiedad al notar características
comunes como flujo, olor natural o diferencias en la forma de su
vulva, creyendo equivocadamente, que algo anda mal con ellas.
Uno de los pilares del autocuidado es la higiene íntima
adecuada. En consulta, explicamos que menos es más: no se
deben utilizar duchas vaginales, toallitas perfumadas ni jabones
con fragancias. La vulva puede limpiarse con agua y, si se desea,
con jabón neutro, pero la vagina tiene su propio sistema de
limpieza natural. Cualquier alteración puede romper el equilibrio
de la flora vaginal, provocando infecciones como la candidiasis
o la vaginosis.
El autocuidado también implica realizar visitas periódicas al
ginecólogo. Estas no deben limitarse a momentos de
enfermedad. Desde la adolescencia, una mujer debe aprender
sobre su salud menstrual, los métodos anticonceptivos
disponibles, las señales de alerta ginecológicas y los controles
preventivos. Entre estos destacan el Papanicolaou y las pruebas
de detección del Virus del Papiloma Humano (VPH), los cuales
permiten identificar lesiones precancerosas a tiempo y reducir elriesgo de cáncer cérvico-uterino, una de las principales causas
de muerte ginecológica en Panamá.
A lo largo de la vida, la mujer atraviesa diversas etapas:
adolescencia, fertilidad, embarazo, posparto, climaterio y
menopausia. En cada una de ellas, el cuerpo cambia, y con él
también sus necesidades. Por ello, la educación debe ser
constante y adaptada a cada etapa, para que la mujer se sienta
acompañada y empoderada en cada proceso.
Hablar de salud íntima femenina también implica abordar temas
como el dolor en las relaciones sexuales, la sequedad vaginal,
los cambios hormonales, la planificación familiar y el deseo
sexual. Todos son aspectos legítimos de la salud y merecen ser
tratados con respeto y profesionalismo. Como ginecóloga, invito
a mis pacientes a que expresen sus dudas, sus inquietudes así
como aquellos miedos. El consultorio debe ser un espacio de
confianza y escucha.
Finalmente, empoderar a la mujer en su salud íntima es darle
herramientas para tomar decisiones informadas. Es enseñarle
que su cuerpo no es un tabú, sino una fuente de fuerza, sabiduría
y vida. Cuando una mujer se conoce, se cuida mejor. Y cuando
lo hace, se convierte en un pilar de salud para su familia y su
comunidad.
Cuidarte es quererte. Quererte es poder. Y el poder comienza por
conocerte y respetarte.