Llegó cuando nadie lo esperaba, silencioso, invisible, sigiloso, pero con una fuerza destructora descomunal. Así irrumpió el Coronavirus al mundo entero.
Desde su descubrimiento a la fecha, un halo de luto, dolor y muerte, ha cubierto al planeta Tierra en una atmósfera de tristeza que se traduce en desesperanza y que conlleva un claro mensaje: Los seres humanos somos sensibles y frágiles, como una flor, como el cristal, como un soplo de aire.
Quiero dedicar este espacio, mi editorial, a reconocer el arduo trabajo que realizan todos los estamentos gubernamentales en beneficio de cada panameño y de cada habitante de nuestro país. Esta es una crisis sin precedentes y que toca a todos de la misma manera, esa situación nos obliga a ser consecuentes con nuestros actos y palabras.
Las crisis de salubridad por la que atravesamos nos ubica en el escenario perfecto para unirnos como panameños en un haz de voluntades, en una sola fuerza que nos permita salir airosos de esta pandemia.
Panameños, somos un país pequeño, pero que históricamente ha hecho grandes cosas, maravillosas obras, y le ha demostrado al mundo, y a nosotros mimos que juntos todo es posible. Y este es el momento en que la patria nos necesita, por nuestros hijos, padres, hermanos, vecinos y cada habitante de nuestro país.
El principal aporte, lo puede dar cada uno de nosotros y es cumpliendo con las disposiciones que dictan nuestras autoridades, con ayudar al prójimo y con mucha oración. Todos conocemos el poder de una oración cuando se hace desde el fondo del corazón.
No me queda más que desearles un cúmulo de bendiciones a cada uno de ustedes, a mi personal, a mis clientes, amigos y lectores.